Abortar: Una decisión compleja, un dolor real
El debate sobre el llamado “síndrome post IVE, Interrupción Voluntaria de Embarazo” ha vuelto a ocupar portadas. Un reciente artículo en El País afirmaba que “la ciencia es clara: el síndrome post‑IVE no existe, es un término inventado por los movimientos provida”. El texto se basaba en un informe de la Academy of Medical Royal Colleges del Reino Unido, y concluía que los problemas de salud mental serían iguales tanto para las mujeres que abortan como para las que dan a luz.
Sin embargo, para el doctor José Gurrea especialista en Ginecología y obstetricia. Diagnóstico prenatal. Vasectomía. Contracepción. Atención a la menopausia. Reducción embrionaria. Y director de la Unidad de Interrupción Voluntaria del Embarazo de la Clínica—esa visión simplifica en exceso lo que viven muchas mujeres.
“Los profesionales que llevamos años atendiendo partos hemos visto de todo, desde tristeza hasta psicosis puerperal”, pero, añade, “eso no invalida el dolor y la tristeza postpérdida de un feto, agravada por un sentimiento de vergüenza y de ocultación”.
Cuando el embarazo no era deseado
Gurrea explica que el primer gran factor que hay que considerar es el embarazo no deseado. “Ninguna mujer corta una gestación que realmente desea. Por tanto, un embarazo no deseado es sinónimo de un aborto voluntario y de un impacto emocional que no se puede obviar.”
En los estudios publicados, por ejemplo, una revisión global indicó que la prevalencia de depresión tras un aborto se sitúa en un 34,5%. Aunque —matiza Gurrea— eso no convierte la IVE en una causa directa de enfermedad mental grave: “Significa que puede generar tristeza, vergüenza, ansiedad… en cierto número de mujeres”.
Los antecedentes y otros factores de riesgo
El doctor Gurrea también resalta otro aspecto: los antecedentes de salud mental. Varios trabajos muestran que las mujeres que decidieron parar la gestación ya tenían una tasa más alta de trastornos antes de la interrupción que quienes dieron a luz.
“Esto refuerza lo que vemos en consulta: si alguien ya arrastra un malestar psicológico, el aborto puede condicionarlo”, explica.
Además, añade que otros factores agravan la experiencia:
- Creencias éticas o religiosas que condenan la práctica de la IVE.
- Haber sido obligada o presionada a hacerlo contra su voluntad (por pareja, contexto social…).
- El embarazo avanzado, sentirse ya madre del feto.
- Un entorno que juzga o silencia.
- Un trato poco empático por parte de profesionales sanitarios.
Silencios, culpabilidad y heridas que perduran
“Todas las mujeres tratan de mantener su decisión dentro del círculo más restringido posible —a poder ser solo con la pareja o menos—. Ninguna está orgullosa de hacerlo, no habla de sus abortos, habla de sus hijos”,afirma Gurrea.
Y matiza: “La decisión de abortar siempre deja una herida, por pequeña que sea, en la vida de una mujer.”
Aunque los estudios indican que a largo plazo las diferencias en salud mental se atenúan Gurrea concluye que las estadísticas —si bien valiosas— no cuentan la experiencia íntima de cada mujer. “Detrás de cada cifra hay una historia, un duelo, un silencio que pocas veces se rompe”.
Para acompañar mejor
El especialista insiste en que, aun cuando los protocolos de atención estén bien diseñados, “faltan espacios para el acompañamiento emocional, para que la mujer pueda hablar sin sentirse juzgada, sin tener que ocultar lo que ha hecho o dejado de hacer”.
Y añade: “No se trata de decir que la Interrupción Voluntaria del Embarazo sea siempre traumática, sino de reconocer que puede dejar una marca, que debe verse, acompañarse, y no minimizarse”.
Fuentes: GCI y Dr. Gurrea.G, Director del Departamento de IVE de la Clínica Euskalduna




